Durante casi dos décadas fui un ávido lector de la revista El Gráfico. La revista de deportes más influyente del país durante casi un siglo. Todos los lunes a la noche, la editorial Atlántida hacia la tirada de la revista física para Capital y Gran Buenos Aires, y nosotros, los del interior, debíamos esperar hasta el martes a la mañana para recibirla.
Bajo las condiciones meteorológicas mas adversas, era el canillita de Doña María Conce, el encargado de llevarlo a casa. Un tal Claudio Giolidoro, delgado, simpático, entrador, con un andar chaplinesco inconfundible. Seria el mismo, quien se convertiría muchos años después, en el periodista más importante de la ciudad por escandalo.
Si hoy Claudio fuera un niño y sus padres harían una consulta al pediatra, con seguridad sería diagnosticado como un niño hiperactivo. Seguramente en los años 70 el diagnóstico hubiera sido similar, pero el pediatra ante el desconocimiento de este trastorno se hubiera expresado de manera mas simple, solo diciendo que era un hincha pelotas, llano y frontal. Los hincha pelotas, los curiosos, los culo inquieto como decía mi abuela Pepa, son los hiperactivos de este siglo.
Creo que esta condición fue la responsable de todos sus logros. Un incansable como pocos, canillita a la madrugada y periodista grafico, de radio y televisión todo el puto día.
Emprendedor, responsable, creíble y honesto con sus convicciones.
Identificado como fana de Cremería y Peronista desde la cuna, cosas que el mismo jamás permitió que interfirieran en su labor profesional.
Amado en el Florencio Varni por ser el relator de la campaña más brillante del Sport en la Liga Nacional, con su celebre frase "americana en el aire".
Cacaraña siempre estuvo pendiente de sus relatos, el fue los ojos de muchos carcarañeses, que con la radio pegada a la oreja, acompañaban al equipo de sus amores en cada cancha de la liga.
Hoy, el palco de prensa a bajado sus persianas y la oscuridad lo invade, paradójicamente a él, quien fuera los ojos de todos nosotros .
Pero como no podía ser de otro modo, los verdaderos dueños del deporte, que no son otros que los propios jugadores, decidieron hacer un acto de justicia, de ahora en más, esperarán su relato para luego ejecutar la jugada que él mismo imagino, por que es imposible pensar un partido de Campaña o Cremería si su voz.
Por Silvio Maquirriain.